Como cualquier cefalópodo, el kraken es capaz de expulsar tinta negra para escapar de sus enemigos, aunque cuesta pensar que un ser como éste necesite escapar, excepto de otro kraken furioso.
Los avistamientos de krakens se llevan produciendo desde hace siglos y han sido más frecuentes en las costas del Atlántico Norte y de Noruega.
Los marineros de barcos de vela temían más que nada la aparición de este terrible ser, y vigilaban con nerviosismo las aguas profundas con la esperanza de no ver ningún burbujeo abundante, señal de que el kraken estaba ya demasiado cerca.
Cuando el kraken aparece o emerge alguno de sus tentáculos ya no es necesario correr. Una vez ha divisado a sus víctimas se lanza al ataque, las golpea y las envuelve con sus tentáculos mientras las arrastra a sus terribles fauces.
Hay rumores sobre islas tropicales que han quedado absolutamente vacías, tanto de animales como de humanos, tras el paso del malvado animal. Sus guaridas se encuentran a varios miles de metros bajo el mar y son verdaderos complejos de cavernas en los que deposita los restos de cadáveres que no ha devorado, así puede conservarlos hasta que se vuelva a despertar su apetito.
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